Tanto tiempo encerrados nos sirvió para sumergirnos en el mundo de las interacciones digitales como para redefinir nuestras prioridades. Aquí reflexionamos sobre cómo podemos integrar estos aprendizajes y experiencias en un mundo que ya sigue su curso con cierta «normalidad» en algunos casos presencial o mixta.
Luego de más de dos años conviviendo con el COVID-19, podemos concluir que el virus llegó para quedarse, pero que gracias a los avances tecnológicos y de la medicina, la pandemia va transformándose lentamente en una endemia.
¿Qué significa esto? Que la enfermedad sigue estando en todo el mundo, pero ya no actúa de forma misteriosa o sorpresiva, sino que sabemos qué esperar de ella y por tanto sabemos cómo manejarla.
Aun cuando nos estamos acercando a una nueva “normalidad”, no podemos decir que todo haya vuelto a ser como antes. Es más, podemos decir, que la pandemia nos obligó a mirar con otros ojos el trabajo remoto y se abrieron nuevas, y muchas veces excelentes, posibilidades. Es por esta razón que estamos invitados a generar estrategias donde sepamos combinar lo remoto con lo presencial. Necesitamos un sistema mixto que cuide nuestra salud, así como también nuestra calidad de vida en un sentido más amplio.
La propuesta es simple: aprovechar lo mejor de ambos mundos para potenciar la calidad de vida de las personas, así como también la vitalidad de los negocios. ¿Cómo podemos hacerlo? A continuación algunos sencillos consejos:
Maximizar el uso de las plataformas de organización digital.
Trello, Asana, Teams, calendarios de Google o aplicaciones diseñadas para cada compañía. La pandemia nos mostró un gran abanico de herramientas para coordinar el trabajo de forma remota. Estas herramientas permitieron que la comunicación siguiera fluida y que los equipos pudieran seguir trabajando como un colectivo pese a la distancia.
Delimitar los horarios de trabajo
Uno de los desafíos del teletrabajo ha sido redefinir los límites entre los espacios laborales y personales de manera orgánica, flexible y saludable.
Tan claro como en una jornada de trabajo presencial, la jornada de trabajo remota debe tener límites claramente definidos. El horario laboral debe tener una hora de entrada y una hora de salida acordada y conocida por todos. Esto facilita la coordinación de acciones y previene el desgaste de los equipos de trabajo.
Aprovechar los tiempos al máximo
Una frase que se popularizó muchísimo durante los pasados dos años fue “esta reunión pudo haber sido un mail”. Quizás por la necesidad de interactuar, o simplemente por miedo a que no nos vieran trabajando, las reuniones aumentaron al mismo ritmo que el virus. Para ser claros, no estamos cuestionando la necesidad de reunirse, sino invitando a cuestionarse la cantidad de reuniones, así como también la pertinencia de ellas. No son pocas las compañías en las que su gente pasa más del 75% del tiempo en reuniones, lo que se traduce en una imposibilidad real de terminar sus tareas, y por tanto de lograr sus metas.
¿La solución? Establecer objetivos claros para cada reunión y a la luz de éstos evaluar quiénes deben participar. Otra sugerencia útil es ordenar las tareas de tal forma que en formato presencial se prioricen actividades colaborativas que refuercen el sentido de pertenencia, así como el sentido de unidad y cohesión del equipo.
En síntesis, el 2022 es un año distinto a los dos años anteriores. Seguimos en presencia del COVID-19 pero con una sensación de mayor control, lo que nos permite aventurarnos a dinámicas de trabajo en las que la presencialidad vuelve en gloria y majestad. Sin embargo, ¿somos los mismos de antes? ¿volvimos exactamente a la misma realidad que conocimos previo a la pandemia? No. La realidad cambió. Hoy estamos ad portas de una era endémica en la que el desafío es sacar provecho a los aprendizajes que a tan alto costo logramos.