No me importa si tienes un alto cargo en una empresa distinguida del país, incluso del mundo, o si no tienes trabajo. Algo que sí puedo decirte es que eres una persona con sesgos. Decirlo suena hasta ofensivo, porque día a día me topo con personas que dicen “objetivamente…” sus opiniones, y todo se derrumba, porque al decirlo caen en una contradicción, y pareciera que no ser objetivo es grave.

Y tiene que ver con que aún muchos juegan a buscar verdades en vez de compartir miradas. En la búsqueda de verdades, se busca ganar por sobre el otro, tener la razón, incluso cuando se trata de opiniones, como en las conversaciones políticas, religiosas, deportivas, y por supuesto, las laborales.

Si en algún momento dejáramos de jugar a este juego inútil, nos iría mejor. Porque la realidad “objetiva” es muy difícil de tener, y sólo podríamos tenerla en base a determinados parámetros observables, por lo que quizás sea bueno asumir que lo demás, son miradas, visiones, creencias y así entender que debemos conversar para entendernos, para construir, por sobre conversar para ganarle al otro.

Y vuelvo al inicio, somos personas con sesgos. Es imposible no tenerlos, y tampoco es todo malo en ellos. Lo malo realmente, es que sigamos negando tenerlos, y creamos que no los tenemos.

Tenerlos nos ayuda también, permite no tener que hacer un trabajo mental desde cero con cada estímulo, objeto, situación o persona que nos encontramos. Nuestro cerebro nos ayuda con atajos mentales a tomar decisiones, a interpretar el entorno y a actuar de alguna manera. Imagínate despertar y preguntarse “¿qué se hace ahora?” y preguntarse qué hacer con cada objeto con que nos cruzamos.

Además de negar tenerlos, es muy malo no abrirse a explorarlos ni a cuestionarlos. Vivimos en un mundo cada vez más polarizado, donde las “certezas objetivas”, esas de mentira, esas equivocadas, sustentan posiciones (por lo tanto, subjetividades) cada vez más rígidas. El sesgo se desprecia, y la “objetividad” (la falsa) adquiere un tono de verdad.

El trabajo nos demanda ser cada vez más flexibles, no sólo ante los cambios, con los plazos o nuevas herramientas, también frente a la inmensidad de personas con las que trabajamos, las cuales traen miradas diversas, historias diversas, creencias diversas, métodos y formas de relacionarse distintas que son necesarias de adoptar para conseguir ciertos desafíos. Pero, ahí aparecen los sesgos, que salen a reclamar nuestra verdad, nos limitan, incluso a veces filtran y merman la posibilidad de que construyamos nuevas soluciones para los nuevos desafíos.

El 2018, Gallup nos contaba que las empresas no eligen al candidato (o candidata) con el talento adecuado para puestos directivos en un 82% de las veces. Con elementos poco precisos, contratan a directivos que finalmente no resultan ser lo que necesitaban. En ese proceso, muchas veces, operan los sesgos y nos llevan a tomar decisiones equivocadas o poco efectivas.

Pese a que aún hay mucho que hacer, el mundo es poco a poco un lugar cada vez menos hostil para lo distinto, y la diversidad empieza a ocupar espacios que antes no tenía. Probablemente eso conlleve a que nos cueste relacionarnos con quienes son distintos a nosotros y nos sintamos desadaptados o bien, inconscientemente construimos muros con estas “certezas objetivas” (las falsas) que terminan distanciando y limitando ciertos vínculos. Tenemos que ser capaces de derribar aquellos sesgos que en la historia hemos adoptado o que merced a nuestro entorno, hemos internalizado como naturales.

Ver, reconocer, validar, pero inmediatamente cuestionar los sesgos que vamos encontrando, nos ayudará a lograr aprovechar y cultivar la diversidad, aquel recurso poco valorado pero que cada vez se muestra como una llave para conseguir mejores resultados en distintos ámbitos. No te culpes hoy por tener sesgos, empieza a culparte desde hoy si no empiezas a actuar sobre ellos.

Javier Pumarino
Equipo Hux.