Si por desgracia, a consecuencia de un accidente, usted sufriera la ruptura de un hueso que le impidiera desarrollar con normalidad su trabajo, el doctor, en este caso un traumatólogo, emitiría una licencia médica que le permitiría reposar hasta recuperarse lo suficiente para volver a desempeñarse de forma eficiente nuevamente. Ahora bien, si en lugar de romperse un hueso, lo que usted padeciera fuera una dolencia asociada a factores psicológicos como una depresión o un cuadro de ansiedad, la situación cambiaría. ¿Por qué? Por muchos factores. Vamos a ver un par. 

Un factor importante es el cultural, y se llama desconfianza.  En Chile, según la encuesta CEP de 2022, el 90% de los consultados dicen ser cuidadosos en las relaciones con las otras personas o, dicho en otras palabras, no confían en “el otro”. Si revisamos las encuestas, investigaciones y estudios realizados por instituciones consolidadas en los últimos 20 años, este factor es persistente y se ha ido consolidando en Chile. Los chilenos y chilenas somos desconfiados y cada vez lo somos más. En este marco, cuando alguien debe realizar un tratamiento o simplemente debe guardar reposo por alguna afectación a su salud mental, el entorno duda. La persona con licencia pasa a “estar de vacaciones” o en el mejor de los casos, a descansar. Las ironías, el sarcasmo, los comentarios solapados o las descalificaciones forman parte del escenario de las personas que tienen afectada su salud mental, perjudicando así su proceso de recuperación y el regreso a la estabilidad que le permita desempeñarse con todos sus recursos físicos, psicológicos y emocionales a su disposición. Esto no significa que no haya personas que se aprovechen del sistema, por supuesto que las hay. Todos los que llevamos más de una década en el mundo laboral, hemos sido testigos de situaciones en las que alguien usa el “voy a tirar licencia” como mecanismo de negociación, amenaza o expresión de descontento con su jefe o su empresa. 

Otro factor importante para considerar, además de la desconfianza que existe en la sociedad chilena, es la baja o nula autopercepción de los procesos internos o emocionales que vivimos. Tenemos un bajo nivel de autoconocimiento y pocas herramientas de autorregulación. Muchas personas no se dan cuenta, o se lo niegan a sí mismas, cuando están viviendo algún proceso psicológico desregulador. Hasta que el cuerpo lo hace evidente. Este proceso psicológico se conoce como “somatización”. Mientras le tirita el ojo, responde que “está bien, todo bien, ningún problema”. Cuando aparecen síntomas físicos sin una causa médica identificable, es muy probable que estemos teniendo una relación insana con el estrés, la ansiedad o algún trastorno emocional. Las somatizaciones varían, y mucho, de persona a persona, pero vamos a describir algunas de las más frecuentes para que le ponga ojo y logre detectar cuando su salud mental se comience a ver afectada. 

El cuerpo somatiza, por ejemplo, con dolor de cabeza. Es uno de los síntomas físicos más comunes asociados a una salud mental que comienza a resentirse. Dolor de cuerpo o tensiones musculares, principalmente en el cuello, la espalda y los hombros. Problemas o desregulaciones gástricas. Un dato ilustrador; el síndrome del colon irritable es muy frecuente en Chile. En la Región Metropolitana, una de cada cuatro personas dice padecerlo. Muy por encima de la prevalencia en otras capitales, tanto latinoamericanas como del resto del mundo. Y así, podríamos seguir con problemas respiratorios, palpitaciones, taquicardias, sensación de fatiga extrema, trastornos del sueño, dificultades sexuales, problemas dermatológicos y un largo etcétera que seguro muchos de ustedes podrían identificar porque, en este caso, ningún ser humano se exime de padecer alguna de estas dolencias en algún momento de su vida. La sugerencia es simple: ponerse atención para detectar lo antes posible estas afectaciones para lograr activar los mecanismos de enfrentamiento que nos mantienen estables y saludables, tanto física como psicológicamente. Aprender a poner límites. Decir no asertivamente. Si me veo superado, pedir ayuda o apoyo a los más cercanos. Y si sentimos que hay algo que comienza a escapar de nuestro control, acudir a un profesional que nos pueda asesorar. 

Recordemos que la salud no se define simplemente como la ausencia de enfermedad. La salud es un estado de bienestar físico, mental y social que permite a las personas desempeñarse de forma óptima, dando respuestas adecuadas a los desafíos que plantea el entorno. 

Las organizaciones y los líderes tenemos una gran tarea pendiente para que se deje de estigmatizar a alguien que padece alguna dificultad de salud mental. Pero no solo eso, también tenemos un gran desafío en crear ambientes saludables, climas laborales positivos, instalar prácticas organizacionales que no atenten contra la propia naturaleza del ser humano. Según varios expertos, la próxima pandemia mundial será la pandemia de mala salud mental. Está en nuestras manos lograr que esos expertos, estén equivocados.