El período estival es el tiempo en el que teóricamente nos permitimos descansar de nuestras actividades habituales; el trabajo, los estudios, las labores del hogar, etc. Es nuestro tiempo de ocio. Algunos de ustedes ya deben conocer el origen de la palabra negocio. Para los que no lo conocen o no se acuerdan; deriva de dos palabras latinas, nec (no) y otium (lo que se hace en el tiempo libre sin ninguna recompensa). Por lo tanto, “negocio” vendría siendo la negación del ocio, o dicho de otra forma, es lo que se hace por dinero u otra recompensa.
Las vacaciones son un tiempo en el que se supone que deberíamos salirnos de la hiperactividad productiva en la que estamos sumergidos. En la sociedad del rendimiento en la que estamos inmersos abunda el estrés, los sentimientos de insuficiencia, el miedo al fracaso y un largo etcétera de desajustes físicos, mentales y emocionales que han ido aumentando desde el inicio de la pandemia, allá por el 2020.
El ruido de las redes sociales y de una ciudad sobrepoblada, en una sociedad híper conectada y estimulada, ha sofocado el silencio y con ello nuestra capacidad para habitar el vacío. En línea con lo anterior, el filósofo Byung-Chul Han nos señala que estamos en la Sociedad del cansancio. Basta reparar en las numerosas situaciones cotidianas en las que le preguntas a un amigo/a; “¿Cómo va todo?”. Probablemente habrás recibido respuestas tipo “agotado/a, pero bien”, “tapado de pega”, o la exquisita expresión chilena “estoy chato/o, me quiero ir a la punta del cerro”.
Las cifras de los especialistas del Termómetro de la Salud Mental (ACCh y UC) nos indican que esto no es solamente una percepción subjetiva. Las personas que vivimos en Chile estamos más cansados/as hoy que hace tres años. En este contexto, el período vacacional se convierte en uno de los factores protectores de salud mental más importantes y con mayor incidencia directa en el futuro inmediato.
Como sugiere Nietzsche en El ocaso de los ídolos, es necesario “acostumbrar al ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo”. Por el contrario, vivir en un estado de activación alto y constante produce un exceso de cortisol en el organismo, lo cual nos predispone a reaccionar de forma automática y compulsiva frente a cualquier acontecimiento. Si no hacemos un corte intencionado con el automatismo de la sociedad del rendimiento/del cansancio, nuestras vacaciones se convertirán en una yincana compulsiva frenética y agotadora de tours, selfis asépticas en lugares históricos, diálogos intrascendentes y desayunos de buffet.
Un dato curioso que pone en valor nuestro tiempo de ocio es el siguiente: ¿sabías que las vacaciones, tal como las entendemos hoy, son un invento reciente? En Chile, hace 100 años, veranear era un privilegio que únicamente algunas familias muy acomodadas podían permitirse. Recién en la época de infancia de nuestros abuelos, en el año 1931 bajo el mandato de Carlos Ibáñez del Campo, se aprobó el Código del Trabajo, en el cual se establecía el derecho legal a vacaciones con goce de sueldo a todos los trabajadores.
Entonces, ¿cuál es el sentido de vacacionar? Los psicólogos sabemos que esta época es fundamental para la salud mental, física, familiar y social. Es un momento en el que las actividades culturales abundan, clima grato para hacer deporte, compartir tiempo de calidad con la familia y fortalecer los vínculos con los seres queridos. También es tiempo en el que se pueden emprender nuevas aficiones. En mi caso me he propuesto iniciarme en la guitarra y aumentar la frecuencia de mis salidas en bicicleta. Hay muchos cerros que me gustaría conocer pedaleando y muchas canciones que me gustaría tocar con mis propios dedos.
La época de vacaciones es una invitación a un estado más contemplativo de lo habitual, pero para lograr dicho estado, se requiere primero un buen descanso. El buen descanso debe contemplar por supuesto el aspecto físico(1),, pero también el mental (2), el creativo (3), el sensorial (4), el emocional (5), el social (6) y el espiritual (7). En una próxima columna ahondaremos en cómo potenciar cada uno de los 7 tipos de descanso.
En resumen, escribimos esta columna para invitarte a que en tus vacaciones estés plenamente consciente en cualquier actividad que realices. Deja de lado toda exigencia, incluso la exigencia de tener “unas vacaciones perfectas”. Es el momento de bajar la marcha y ponerle límites a la multitarea y la hiperactivación.
Duerme y come de forma que el descanso sea reparador y el alimento nutritivo. No hagas cosas por cumplir. Presta atención a tus necesidades reales y calibra tu brújula interior para reconectar con el sentido y recargarte para enfrentar el período laboral que viene a continuación.
La capacidad para escuchar nuestro ritmo biológico y actuar en consecuencia es una premisa para el bienestar personal. El verano, con sus luminosas tardes, es ideal para los espacios de ocio, el deporte y la cultura, y resulta perfecto para el encuentro contigo mismo/a y los demás.
Daniel Rovira