Basado en un artículo de Clotilde Sarrió*
Todos esperamos la llegada de las vacaciones, pero muchas veces sucede que los días de descanso no son de relajo ni disfrute, porque se hace difícil desconectarse. Es por esto que el periodo vacacional puede terminar siendo agotador, con una alta carga de tensiones y, al regresar al trabajo, se presenta más estrés que cuando comenzó el descanso.
Si este proceso no se logra prevenir a tiempo, puede ocasionar serios trastornos tanto en la salud física como mental de las personas.
¿Cuáles son las principales causas para sufrir estrés en las vacaciones?
- No saber desconectar del trabajo: Es muy frecuente en quienes les resulta difícil desconectar del trabajo y pasan parte de las vacaciones pensando en lo que les quedó por hacer, escribiendo y respondiendo a correos electrónicos o bien contestando a llamadas telefónicas de empresa. Afecta principalmente a quienes se desempeñan en cargos de gran responsabilidad, pero también en aquellos que creen ser imprescindibles e irreemplazables.
- La rutina: El cambio en la rutina que se presenta durante las vacaciones es uno de los principales factores, ya que las personas no pueden recurrir a los actos repetitivos que durante el año le facilitan sus actividades y se ve en la necesidad de improvisar, surgiendo así la ansiedad y la angustia.
- Exceso de tiempo libre: Es muy frecuente que apenas iniciadas las vacaciones, muchos individuos experimenten una extraña sensación de desorientación y de vacío al comprobar que disponen de todo el tiempo del mundo, pero no saben bien cómo emplearlo.
- Querer exprimir su tiempo al máximo: En el polo opuesto se encuentran los veraneantes que se imponen planes intensivos que son fuente de estrés por forzar al organismo con múltiples actividades para un periodo limitado de tiempo. Forzar, innecesariamente, al organismo en vacaciones no es recomendable ya que es una actitud que multiplica el estrés y predispone a sufrir una depresión post vacacional.
Medidas para prevenir el estrés vacacional
- No crearse expectativas difíciles de cumplir y marcarse sólo objetivos reales, a nivel personal y familiar, dejando un amplio margen de tolerancia para los imprevistos.
- Programar las vacaciones con antelación suficiente, con planes flexibles y sin imponerse rígidos itinerarios, para dejar un margen para el ocio. Que sea más importante lo que “quiero hacer” por sobre “lo que debo hacer”.
- De ser posible, tomar periodos fraccionados de vacaciones (máximo dos semanas) y repartirlos en diferentes épocas del año. El descanso que se obtiene es prácticamente el mismo que en periodos largos, pero con menos posibilidades de sufrir el síndrome post-vacacional (irritabilidad, cansancio, falta de motivación, posible depresión)
- Si se dispone de tiempo, quedarse unos días antes y después de las vacaciones en el propio hogar para adaptarse mejor a los nuevos ritmos.
- Intentar prescindir del reloj y de los horarios, no estar pendiente del correo electrónico ni de las redes sociales y utilizar lo menos posible los teléfonos móviles , las tablets, computadores, etc.
- Dejar en casa todo aquello que no sea imprescindible o que recuerde a la actividad laboral, tanto la agenda como, incluso, el estilo de ropa que se viste en el trabajo.