Vivimos la vertiginosidad del cambio. Ésta es la única constante que se mantendrá presente en los años por venir. ¿Habríamos pensado en 2015 que el mundo se iba a paralizar por una pandemia de alcance global? ¿O que el teletrabajo iba a dejar de ser una situación excepcional para ser la norma? Probablemente, sólo en el campo de la ciencia ficción. 

Dada la volatilidad de los tiempos, las organizaciones requieren ser más ágiles, más dinámicas, y para eso menos jerarquía, menos micromanagement. Se invita a los colaboradores a hacerse cargo de sus propias tareas: que hagan como si fueran dueños, por decirlo de otra forma. Pero no todas las organizaciones están listas para entregar esa libertad, con lo que ésta no resulta genuina ni oportuna. 

¿Cómo hacemos, entonces, para distribuir el poder? Hoy podemos encontrar muchas frases hechas y muchas recetas al respecto; cada organización debe ver cuál es el camino que mejor se acomoda a ella. Dentro de ese espectro, sin embargo, hay algunos principios generales que se pueden observar. 

La agilidad que necesitamos, se ha dicho, entra en conflicto con una jerarquía estática. Más que un jefe controlador, necesitamos un líder que intervenga para ayudar a su equipo. Que solucione problemas. “No basta con tener buenas intenciones y otras cualidades personales si no se tiene la capacidad de convertir los sueños en realidad”, escribe al respecto Mauricio Rodríguez Múnera en el medio colombiano El Tiempo 

Esto, en el marco de una cultura organizacional donde la responsabilidad recae en los colaboradores y equipos, no en la “línea de mando”, y donde se escucha a los especialistas por sobre las jerarquías.  

Lograr dicha cultura implica que el líder asuma un rol de “coach”, que inspire a su equipo y a su empresa. Implica una comunicación fluida en todos los niveles, confianza, transparencia y mucho intercambio de experiencias. Sólo así se logra una cultura como proyecto compartido, y no meramente como una imposición “desde arriba”. 

Finalmente, tener en cuenta que, dado el entorno en permanente cambio, también hace sentido que la organización como conjunto permanezca en constante aprendizaje. Un aprendizaje que no es individual, sino colectivo. La suma de los colaboradores de una empresa es más que una suma de individualidades: es una suma de conocimientos, cada uno aportando lo suyo en el logro de una meta común.